lunes, 30 de noviembre de 2009

Foquita



No puedo ser la esposa de diamantes
o del sí-mi-amorismo constante
Ni de las de vocecita tierna
O de las del tonito cantado
Aplaudiendo como foca
a todo
todito
lo que hagas
(aunque me guste tanto como una ducha de agua fría).
No puedo ser la de la cara pintada
(porque no todo lo pintado es maquillaje)
con colmillos subterráneos
o de inocencia fingida
ni de trazos falsos
tan quemados como el pelo que yace en la cabeza.
Te puedo hacer una oferta:
Te ofrezco lo que ves
Este manojo de defectos que no temen estar afuera
como leones,
como margaritas selváticas nacientes de piedra.
Te ofrezco
palabras
una cama caliente
una ocasional galleta de mis manos rudas y fuertes
una risita sincera, como la que puedes ver en mis ojos
un pelo enmarañado de bosque
un temor a las alturas
un irracional miedo a la muerte
y un apego
al que no te apegues demasiado
porque soy miedosa
y tosca
pero lo que no soy,
sobre todas las cosas,
es una foca.


domingo, 15 de noviembre de 2009

Meet me in Montauk



Cierra los ojos
y estarás en Montauk.
En la playa fría
junto a una loca,
una desequilibrada
que huele a bosque
y se cree estrella.
En Montauk
no te pasará nada malo
y los pasos recobrados
se irán yendo hacia atrás
hacia arriba,
en espirales.
Cuando pises Montauk
no olvides de limpiarte los zapatos
porque el barro real
puede ensuciar la casita.
Cuando estés en Montauk
no
te
olvides
de
Clementine.
Abrázala.
Y bésala hasta que te quiten el aparato y sea sólo un sueño.

martes, 3 de noviembre de 2009

Acerca del amor en Stendhal (o amorcito corazón, tienes corazón de melón)



   Para una materia de la universidad, me tocó leer un librito polvoroso llamado “Estudios sobre el amor” de José Ortega y Gasset. Una vez, hacía mucho tiempo, había intentado leerlo por curiosidad romanticona de mis dieciséis años, pero no pude con él. Esta vez, lo retomé y me encontré con varias reflexiones curiosas. Primero, estudiar el amor no es nada fácil, primeramente porque rara vez se va a tener una visión objetiva de éste (quien haya pasado por las garras del amor, saben de lo que estoy hablando). Segundo, ¿qué es exactamente el amor? ¿Cómo sabemos que el amor es amor? Para responder estas preguntas, me fui a la opción obvia: No, no Wikipedia (por esta vez), sino al Diccionario de la Real Academia Española, protowikipedia española. Me encontré con más de veinte definiciones distintas del amor, de las cuales me limitaré a las primeras tres:
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
   Antes de entrar en definiciones o de responder preguntas, volveré al libro polvoroso que mencioné antes, donde hay un capitulo en el que se analiza otro libro olvidado, “Del amor” del escritor francés Stendhal. Este último clasifica al amor en varios tipos: el amor-placer, el amor-físico, el amor-vanidad y el amor-pasión. El primero, es un amor rosa, sin conflictos, donde el galanteo es el arma principal y no hay un verdadero enamoramiento. Robándome una cita de un artículo, “Es ese amor que busca revelar y confirmar el buen gusto, las maneras del enamorado, pero sin enamoramiento verdadero; es un actuar permanente para avasallar con todas las formas de la distinción y la delicadeza” (vean http://www.fundacionfilosofarte.com/documentos/Sin%20final%20feliz.doc) ¿Cuántas veces no han visto pareja donde se ve que hay gesto tras otro, regalo tras otro, pero realmente es una relación evasiva de conflictos? “Yo no tengo nada que ver ahí” “Le regalo flores y la mantengo contenta” “Con un polvo la contento”. El otro amor, el amor-físico, tiene el nombre bastante implícito. Un ejemplo, para aclarar toda duda, es cuando tienes al chamín de catorce años, de hormonas a cuarenta mil por hora y con la accesibilidad a féminas de -40.000 que se enamora de cuanta niña linda pase frente a sí; o, llevándolo al plano más burdo, el impelable mecánico que le grita a la chica “Mamiiita, uuuuuuy, qué belleza, ¡quién fuera ______ para ______! (en los espacios en blanco inserte las asociaciones más asquerosas que pueda pensar. ¿Listo? Yo pensé en “quién fuera pesca’o pa’ nadar en esa piscina”). El amor-vanidad es un amor de trofeo. ¿Cómo así? Pues simple: Pensemos en el Homo erectus imbecilus que pasea por el centro comercial con la cuchi-barbie de turno, de moda. La chica se exhibe y canta “El amor es una magia” para entretener a su simio de turno (porque, ojo, las cuchibarbies siempre variarán de simios y éstos, SIEMPRE, serán muy feos).
    El amor-pasión es el centro de la definición de Stendhal, es ese amor sufrido, frenético, loco, exhaustivo, caótico, hermoso, fatídico, feo, irracional, estrellado, espiralado, doloroso, orgulloso, imposible, apacible, relajado, estresado, odiado, inconcluso, la totalidad, el vacío, la llenura, la plenitud, el universo, la muerte. De nuevo, robándome otra cita de Hernán Bueno Castañeda, “Los mejores momentos del amor son sus momentos inaugurales. Tendemos a creer que es en los desenlaces del amor donde radica su ventura; que es justamente cuando damos por realizada la unión tantas veces anhelada, cuando se desborda en alegría y júbilo nuestro espíritu; pero para Stendhal es justamente todo lo contrario, es decir que es en las vacilaciones y dudas de la génesis del amor, donde realmente habita su gozo supremo. El hombre y la mujer buscan durante los primeros momentos de su mutuo descubriendo, encontrar cosas diferentes en el otro; comenta Stendhal: “El hombre dice: ¿Lograré gustarle? ¿Querrá amarme? La mujer: ¿No será por juego por lo que dice que me ama?”. La certeza que quiere el hombre es saber si efectivamente la mujer le ama; la certeza que busca la mujer, es la de asegurarse que el hombre no dejará de amarla. El tono dado aquí no es puro capricho, y sus implicaciones son significativas“ (miren este artículo, en serio http://www.fundacionfilosofarte.com/documentos/Sin%20final%20feliz.doc).
                                   
Esta canción es una sonorización del amor-pasión

Por ejemplo, las grandes historias de amor son ejemplos de amor-pasión: El típico Romeo y Julieta (¡oh, precocidad y falta de cable e internet!), Frida Kahlo y Diego Rivera, Beto y Enrique de Plaza Sésamo, entre otros.
Amor no consumado e imposible

   Los amores trascendentales son plantas. Son arbolitos. Curiosamente, otra de las definiciones de amor es de un árbol criado en Cuba y crecido en Europa (suena a historia de inmigrante). Aunque se tale, estará allí, el muñón con sus anillos. Ortega y Gasset dice: “Un amor pleno que haya nacido en la raíz de la persona, no puede verosímilmente morir. Va inserto por siempre en el alma sensible. Las circunstancias –por ejemplo, la lejanía- podrán impedir su necesaria nutrición, y entonces ese amor perderá volumen, se convertirá en un hilillo sentimental, breve vena de emoción que seguirá manando en el subsuelo de la conciencia”. Hay hilillos de metal duro que luego recrecen. Hay otros que, como el hambre en Africa, se rehusan a morir. Y mientras no muere el amor, nosotros seguimos allí, aguantando, viendo como el pasar del tiempo no borra las huellas del camino y crece el retoño en el muñón, crece una planta, quizás, o queda la historia de los anillos. ¿Qué es el amor? Algo gozoso y doloroso. Punto. Corazoncito de melón.


sábado, 12 de septiembre de 2009

Amarillo

-¡Quédate!- Le decía el de la gabardina roja, mientras éste bailaba en el fuego. –¡Quédate y bailamos todos!- Ella veía las hojas de otoño caer del árbol, sentía como le aplastaban mientras ella buscaba un respiro. Miró al de la gabardina a los ojos, directamente a los ojos, y le lanzó una de esas miradas que se clavan en la pared más profunda del alma. –Me olvidarás- le dijo. –Me olvidarás y yo jamás habré estado aquí. Me olvidarás porque tienes memoria de pájaro- El calor consumía los alrededores del árbol, la cosa es que nadie se había dado cuenta de que éste se estaba incendiando. Las hojitas, cada una de ellas, tenían chispas que se convertían en flama, que se convertían en llamas gigantes. -¡Bailemos todos!- le decía el de la gabardina roja mientras bailaba con una figura de fuego plácida y pequeña, ponzoñosa. Ella empezó a correr del fuego, pero sus faldas azules se quemaban, las ramas le roían las vestimentas. Alejada, por un segundo, miró hacia atrás, hacia la zarza amarillenta que consumía el árbol y lo llevaba a la tierra. –Adiós- dijo –Adiós a las armas, adiós a la tierra, adiós a los discípulos y adiós a los animales-. El horizonte se veía planísimo. El ardor de las múltiples quemadas eran rugires de sombra –Adiós al bonsái, adiós a los gatos, adiós gabardina, quédate con tu llama, que yo no soy más que cenizas-. Así fue como ella caminó hacia la tierra de ninguna parte, hacia ningún lado.


viernes, 11 de septiembre de 2009

Azul



    Cuando sus pies se deshacían entre las transparencias y el peso del viento, ella sintió un jalón repentino, un conjunto de triangulitos blancos que le halaban las vestimentas desde la espalda. El vacío la llamaba hacia abajo, pero luego sintió una mano. Ese montón de palitos envueltos en carne tibia. Miró hacia arriba y no vio nada, sino algunos halos de luz que se escapaban de una silueta azulada. –¿Es de día?- preguntó ella. –No, es de noche, aquí siempre es de noche-. Sentía por momentos que sus dedos se deslizaban de nuevo a la nada, pero la figura azulada tenía la fuerza de un millón de crisantemos (¿Acaso nunca han probado la fortaleza de las flores?). Entre las sombras, distinguió un par de rayitas negras de donde salían puntitos brillantes. La figura subió a la mujer, la envolvió entre sus destellos que se confundían con el fondo nocturno y la luna saludó de reojo, cantando una nueva canción de cuna.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Naranja (Antes de Negro)


     Ella dejó la máscara y la gabardina en el suelo por un rato. Caminó unos tres pasos, volteó, y se dio cuenta de que un conejo empezó a roer la gabardina, tragándosela vorazmente como si se tratase del banquete más suculento del planeta. Intentó espantar al conejo, pero éste ya se había comida la mitad de la pieza, así que ya no tenía uso.
Se fue hacia un sendero hecho de pasos ajenos. Sus pies se sentían pesados y atados a grilletes transparentes. Los grilletes se agrandaban con cada pisada y ella se volvía más pequeña. Sin darse cuenta, quedó al borde de un precipicio. El sol parecía una naranja gigante y, aún así, su piel estaba toda alerta y casi muerta. -Soy un pez- pensó ella, -soy un pescado. Más bien, un pescado en hielo-. El vacío que se veía debajo de la naranja cantaba canciones viejas de otro mundo que ya no existe y es ahora, sólo sonido de vacío. Dos pasos. Uno más. El grillete desapareció y ella sintió sus poros cerrarse por el viento que se siente desde los pies cuando se pisa nada.

martes, 8 de septiembre de 2009

Negro




    Ella se dirigió hacia donde estaba el árbol, su hogar, pero todo lo que vio fue asfalto. Asfalto negro, sólido, caluroso, horroroso, vil, putrefactorio, hostil, citadino, mundano, duro, salado, fogoso, aplanador, civilizador. Del árbol nada quedaba, ni el vestigio de una rama que le acariciara el cabello con su sombra. En desolación, ella se sentó en pleno centro del concreto, donde nacía una pequeña grieta verduzca que se expandía lentamente como un río, y abrazó al piso, llorando por el hogar que se fue con el olvido.

domingo, 30 de agosto de 2009

Verde




Caía granizo verde del cielo vespertino. Pedacitos transparentosos, como si alguien hubiese roto un collar y miles de cristales cayeran sobre el verdor del horizonte. Ella no se resguardaba de la lluvia, más bien se refugiaba en ella, abría sus brazos ante la ofrenda. El cantar del mar se escuchaba como un ronroneo de gato y la brisa olía a casa, a puerto, donde piratas y otros seres iban y venían como las olas.
Ella empezó a correr por las colinas como si fuesen infinitas. -Ésta es mi casa- decía. El cielo se aclaró y se llenó de nubes blancas, barquitos de papel flotantes. ¡Plaf! Se estrelló contra un árbol de talle grueso y hojas poderosas. La sombra de las ramas abrazaba la de ella como si fuera niña. Se subió al árbol, junto algunas ramas, unas hojas y allí hizo su lecho. Se acostó a ver cómo los barquitos vaporosos de papel flotaban a la deriva, esos barquitos de estela de brisa que le cantaban, en lenguaje sólo perceptible por ella, la vieja tonada atmosférica.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Rojo


      Rojo, todo se veía rojo y de fuego, de leones. Ella no había vuelto a pisar esos soles desde hacía tiempo. No demasiado, pero sí lo suficiente como para notar que la arena ya no era azul y el cielo había dejado de ser paleta de colores. Ella miraba asombrada los alrededores. ¿Qué pasó con los nenúfares? ¿Dónde quedaron las ramas y las estrellas derramadas? Siguió caminando más hacia el horizonte, donde el cielo se volvía cada centímetro más anaranjado. Los pies los tenía hinchados de tanto caminar por arenas calientes. Se tropezó con algo. Bajó su mirada para fijarse qué le había interrumpido el camino y vio una gabardina roja enterrada en la profundidad del suelo. La sacó, la sacudió y ella empezó a llorar al fijarse en esos jirones de tela triste, arrugada. Al lado de la capa, había una especie de máscara vacía, de mirada aún más vacía, como el cielo sin nubes que adornaba la tarde. Recogió la gabardina y se la colocó encima del vestido ya roído por las tempestades. Tomó la máscara y la miró fijamente, seguía en la búsqueda de algo que tuviera vestigio de vida en su mirada. La puso frente a su cara y una gota infinita cayó al suelo del desierto.





sábado, 22 de agosto de 2009

Manual de etiqueta para el comportamiento pertinente en situaciones diversas (o manual de urbanidad de la vida posmoderna) (1)

Comportamiento en encuentros con personas que alguna vez tuvieron vínculos emocionales con usted (y que tuviesen mal término de relaciones)

Siempre sucede. Está usted en una fiesta, una reunión social o parrillada de carne de caprinos –chivos, en lenguaje coloquial- y siempre, SIEMPRE está allí. ESA persona. No, no puede ignorarla, usted sabe que él o ella entraron por esa puerta. Usted empieza a sudar como cerdo al borde del sacrificio, sus pupilas se vuelven similares a las de un gato y mira para todos lados, en búsqueda de un refugio visual que le aparte la vista de aquella persona. Pero…usted no quiere un refugio visual, usted quiere mirar a su objetivo como águila cazadora, mira al/la infeliz y se fija en cada uno de sus gestos, en su maña de agarrarse el pelo cuando se muerde la boca o sus titubeos de habla, o esa asquerosísima manera de sonarse la nariz en público y creer que es adorable. O también puede darse el nada incomún caso de haber sido usted la víctima, ese/esa bastardo le hizo daño, le arrancó el corazón, lo escupió y se lo dio de comer a los lobos feroces de Siberia. “¡Putísima eres, zorra de Babilonia!” o “¡Pene de maní!” son los pensamientos que navegan por su mente. No se preocupe, aquí le daremos ayuda a cómo comportarse sin perder la etiqueta.
Si usted fue el afectado…

  • Evite, a toda costa, mirar a la persona que lo afectó. Sí, sabemos que quisiera tener un destructor telepático de cabezas, pero ya sabe que éstos todavía están siendo desarrollados por los japoneses. Mientras los fabrican, cálmese.

  • Jamás inicie usted la conversación. Parecerá desesperado, hambriento como niño etiope. Espere a que el/la desgraciado(a) se acerque.

  • Si el/la desgraciado(a) mencionado anteriormente se acerca y de hecho saluda, usted salude con la sonrisa más complaciente del planeta, la sonrisa que diga “Hey, estoy ganando más que tú, tengo una casa gigantesca, estoy saliendo con Barbie/Ken y estoy recibiendo todo lo que no pudiste darme”, claro, todo disimuladamente. Aunque todo lo último sea una total mentira y de hecho esté viviendo en casa de sus padres todavía, entretenga a niños como modo de ganarse el pan –y le paguen peor que al conserje de su edificio-, y esté saliendo con su gato llamado “Ken” o “Barbie”.

  • Si la persona se queda compartiendo –evadiendo- su espacio personal por más de 10 segundos, eso da pies a una conversación. Use las frases predeterminadas de small talk, como le dicen los estadounidenses, “¿Qué es de tu vida?”, “¿Cómo están en tu casa?” “¡Deberíamos reunirnos de nuevo” (lo último, sabemos bien, jamás sucederá y si sucede, será por coincidencias similares a la que se está mencionando en este momento y allí tendrá que sacar esta guía de nuevo).

  • Sus respuestas al small talk deben ser similares a la de la sonrisa que dio en el saludo. Para más detalles, volver al consejo número tres.

  • Jamás y nunca, ¿entiende? ¡NUNCA! evada. Eso dará pie a que la persona piense que usted está afectado por su presencia y le levantará el ego.

    Si usted fue el afectador...

  • Váyase del sitio. Hay muchos lugares donde infelices como usted son aceptados (prostíbulos, casas de citas, la asamblea, la presidencia, bancos, institutos preescolares entre otros).

  • Es en serio, no se quede.
¡Hasta la próxima entrada del "Manual de etiqueta para el comportamiento pertinente en situaciones diversas (o manual de urbanidad de la vida posmoderna)"!


-Señorita Lady Regina Van Kampfestendoggenfelden, viuda de Cabeza de Vaca.

Manual de etiqueta para el comportamiento pertinente en situaciones diversas (o manual de urbanidad de la vida posmoderna)

Amigo lector:

Ha caído en sus manos una guía de supervivencia a la vida. ¡Quién hubiese tenido tal en momentos difíciles! Por eso está en sus manos. Porque el autor ha sufrido lo mismo que usted, usted, ser humano lleno de fallas. No se preocupe, esta serie de consejos no tienen que ser seguidos en un orden específico y si tal cosa como un faux-pas en su comportamiento ocurre, no dude en abrir esta guía cuantas veces necesite. De ahora en adelante preste atención, porque no le escribiré dos veces, no le escribiré tres veces, no le escribiré cuatro veces los mismos consejos para sobrevivir en sociedad. No me haga hacerlo, en serio, ya que me hará pensar que usted es un absoluto cretino que no puede desarrollar una vida normal.

Atentamente,

-Señorita Lady Regina Van Kampfestendoggenfelden, viuda de Cabeza de Vaca.

jueves, 23 de julio de 2009

Consejos sobre el arte de escribir cuentos por Roberto Bolaño

Reflexionando un poco sobre la obra de Roberto Bolaño, me encontré por internet estos consejitos, tipo el decálogo del buen cuentista de Quiroga. No es mío, espero que lo disfruten mientras pongo material original.




Como ya tengo 44 años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos.


1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
11. Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.

jueves, 18 de junio de 2009

Un regalo del viento

En la primera colina del mundo ella sembró cuatro semillitas, brillantes, tan tornasoladas al que las viera robaba los colores del mundo. Las sembró no sabe si por esconderlas o por la intención de que algo creciera de ahí. Entonces lloró, y sus lágrimas las regaron.


Explotaron las semillas y de cada una de ellas creció una sola rama larga y delgada que vino a enredarse allá arriba en las nubes. De lejos la larguísima planta debía parecer un animal de Dalí, de patas estiradas, y ella abajo mirando.
Entonces ella subió, alegre, por las ramas, hasta alcanzar el follaje. En él, sacó sus colores, un gran pincel y dijo “Arre”. Seguidamente el animal se puso a andar: la planta cobró vida y arrancó sus patas del suelo para caminar, a paso lento, por toda la tierra.


Fue así que el cielo aprendió a pintarse.




-Esto no es mío, por si acaso-

jueves, 26 de febrero de 2009

Botones

Todo el dolor,
de repente,
te golpea como un camión.
Las voces apagadas
traen luces de lejos;


faros
que se vislumbran a lo lejos
entre susurros de niebla.


Ves un colibrí que flota
notas
de sus alas
sus millones de batidos por segundo.


Todo el dolor te golpea como un camión
ya no eres más joven
el gallo empezó a cantar al revés
las voces se apagan
y ya no hay faros.


Los faros todos se extinguieron.


Los zurcos de tu cara se desdibujan,
Se redondean,
Se ensanchan,
Las palabras son sonidos aleatorios,


Ga
Ga


Cierras los ojos


Ne
Ne


Respiras.


Sientes,
como de la nada,
el camión te dejó hace rato.

Déjalo allí


Déjalo allí,
en el congelador.
Lo tomaré de nuevo,
Quizás luego,
con una buena galleta sabor a pasado
o con un cafecito
soplado por mis labios,
un beso que se escapa.
Mientras permanece allí,
leeré un libro,
hablaré con lobos,
tendré amores redondos,
bailaré con el tiempo la danza de las trompetas.
Yo sé que tú estarás en primavera,
en flor de loto,
mientras el pájaro da cuerda al mundo.
Déjalo allí,
amor.
deja allí:
nosotros.

martes, 20 de enero de 2009

La constelación de la silla reclinable (¿Un cuento? Vean ustedes)

-¡Dame la mano!- decía Esteban impaciente. Alicia, toda temblorosa, llorosa y renuente como gato mojado trataba de aferrarse con las uñas a la tierra, a la planicie de la superficie.
-¡No te va a pasar nada, en serio!- repetía de nuevo Esteban, mientras miraba la profundidad de los ojos de Alicia. Esos ojos parecían cuevas, si seguía explorando dentro de ellos iba a perderse de locura. Alicia finalmente dejó que su piel se relajara y dio un salto hacia una de las aperturas de la pared, donde encajaba su pie perfectamente como si fuese una zapatilla. Otro salto más. Jop, jop. Esteban la iba subiendo con una mano y, con la otra, trataba de mantener el equilibrio, labor extremadamente difícil de realizar en una simulación de techo, en un entrepaño hecho de algunos bloques. Alicia ya estaba arriba. Luego les tocó hacer de equilibristas de circo: Caminaban con pasitos sutiles, un pie detrás de otro, sobre el estrecho espacio que dejaba el tope del muro. Brazos abiertos como pájaros, pretenden ser garzas en el puente. Llegaron al otro lado, a otro islote de cemento sostenido por un fino muro. En la isla serían náufragos, serían gaviotas. Alicia trataba de mantenerse lo más cercana posible al centro del espacio para que no se la comiera el tiburón de la gravedad; Esteban se mofaba de ella por miedosa, mientras se le dibujaba una sonrisa idiota en el rostro. Se acomodaron para quedar sentados uno al lado del otro con las rodillas elevadas al cielo, relojes de sol inútiles en la hora en que se encontraban.
Las noches de diciembre suelen ser frescas, llenas de nubosidades y de lluvias. Pero esa noche las nubes emigraron a otros lados de la ciudad, dejando justo el pedazo de cielo que estaba encima de la isla. Clarísimo era. El azul sombra era el mar que los rodeaba. Algunas estrellas se divisaban en la distancia, faros pequeñitos titilantes.
–Ese es Orión- le dijo Esteban a Alicia, señalando tres bombillos celestes que estaban guindando en fila india.
–Pues, fíjate que no, Orión nada más sale en el Hemisferio Norte y, que yo sepa, estamos bien lejos del norte- Ella salió a relucir su risa de hiena. Miraba a Esteban con un dejo de melancolía. –Es más, fíjate que al lado de ese conjunto hay otras tres estrellas.- Señaló con su índice al cielo, apuntando a otro grupejo, excepto que éstas, al contrario de las otras que se ubicaban de manera vertical, estaban en horizontal.
–Si miras bien, parece una letra “L”, ¡No, es una silla reclinable!- De repente la infancia se le salió por los ojos.
Esteban la miraba incrédulo. -¿Una silla reclinable? ¿No crees que más bien parece un reloj de arena?- .
-¡Que no, chico! Te digo que es una silla reclinable, como las que ponen en las piscinas de los clubes para que las niñas se asoleen como iguanas. Es una silla reclinable por donde la mires-. Alicia cruzó sus brazos. Niña malcriada. Él se reía de la niña-mujer que estaba sentada al lado de él con todavía un poco de temor a las alturas. Tanta convicción en un paquetico tan inseguro.
-¿Las sillas reclinables no son las que se ponen frente a los televisores y están hechas de cuero o plástico? Le respondió él mientras cruzaba los brazos.
-Mmm…posiblemente. Pero las sillas de piscina también se reclinan, por lo tanto, son sillas reclinables. RE-CLI-NA-BLES.-
Ella súbitamente cerró la boca. Sus ojos se comían al cielo, a la luna de queso. Él se veía a sí mismo y a la perla suspendida del firmamento en los ojos de Alicia; ojicielo, ojiluna, ojipájaro. Alicia cerró sus persianas para sentir el viento correr en su rostro. Una luna de plata se llevó a las gaviotas en sus brazos.
–Es hora de bajar- le susurró el licántropo a la mujer cielo. Era hora de abandonar la soledad divina del naufragio. El proceso: Los pasos de equilibrista de circo, los bloquecitos insulares, el zurco que encaja en el pie como zapatilla. El suelo, la terredad después del cielo.