lunes, 23 de mayo de 2011

Del voseo y la identidad.

Adorable Puente.*


    Un día indefinido, de algún año –ya no recuerdo qué hacia dónde iba o por qué-, me monté en un taxi; el taxista me hablaba sobre cualquier cosa y yo le respondí. Me preguntó: ¿Tú eres de Maracaibo? Le respondí con un sí de lo más evidente, como si fuese la cosa más natural del mundo para mí (y lo es, puesto a que soy más maracucha que una mandoca). “Es que suenas argentina” me dijo. Me extrañó bastante.

   A pesar de que no tengo muchas de las cosas consideradas típicas de una persona habitante de la Tierra del Sol Amada –no me gustan las corridas, no voy a La Ternera, el béisbol me tiene sin cuidado, no canto gaita y el vallenato, himno adoptivo de las hermanas tierras colombianas, me parece detestable-, me considero bastante maracucha: Nací y crecí a dos pasos del centro de Maracaibo, he ido a las procesiones, a la Basílica, he comido perrilla en la Feria, me monto en carrito de Bella Vista todos los días; pero lo más significativo de todo es que voseo mucho. Que jode. En exceso. ¿No véis?  

    El voseo, para los no familiarizados con el término, es hablar de “vos” en vez de “tú” y usar los verbos en la segunda persona del plural pero para referirse a la segunda persona del singular. Por ejemplo, en Maracaibo no se dice “¿Tú cómo estás?”, sino “¿Vos cómo estáis?”. Ahora que estamos claros con esa reglita, continuaré hablando.

   El voseo, que es el aspecto más característico del habla de estos lados, es una cosa prácticamente inimitable por el foráneo. El voseo es el espejo de las olas del lago, esas ondas de diptongos y triptongos que vienen y van y hacen música, acordes difíciles de seguir pero que se disfrutan entre sonrisas. El voseo es decadente, temido y reprimido por las maestras acartonadas de nuestras escuelas primarias, castigando a cada niño que canta un “sabéis” en el aula y obligándolo a usar un rígido “sabes” que se nota, se oye, se siente que no es natural. Esa rigidez absurda pasa a los medios, y termina ridiculizada en los teatros, haciendo que cada obra sea “maracuchizada” para causar gracia y explotar el voseo reprimido por tantos años por tantas entidades distintas. La gente se ríe porque se identifica y porque es prohibido. El voseo es un tabú que se goza como un cigarro que el mundo te dice que está mal, pero te lo fumas de todas formas. Si en el Zulia te aman de verdad, te amarán de vos y vos amaréis así, diptongado y chiquitico, con un “mi amor sabéis que te adoro”.

    Del voseo no sólo está hecho el zuliano, sino que también las palabras comunes al resto del territorio nacional son virtualmente desconocidas en este lado del puente. Una vez, hablando con un buen amigo, le mencioné “chinazo” y no me entendió. Yo conocía esta palabra porque hay cosas del lenguaje de las redes sociales que se pegan, sobre todo si el 40% de la gente que sigues e interactúas en Twitter es de Caracas o Valencia, pero me pareció extrañísimo que mi amigo no la comprendiera. Allí lo agarré: Es que aquí no se habla de chinazo. Aquí no se habla de coleto, ni de “ir pendiente”, ni de pelado niño, ni de salado de mala suerte. Aquí se dice doble sentido, lampazo, de pelabola por ocioso, de salado por mal gusto. El hecho de haber estado aislados tanto tiempo del resto del país –el puente apenas vino a ser construido en los años 60- hizo que aún hoy, en pleno siglo XXI, todavía haya choques de léxico entre un venezolano y un zuliano. El habla es nuestra verdadera cédula de identidad.

   Sí, hice separación de gentilicio, ¿me váis a fregar por eso?



*La foto fue tomada por Bernardo Pinedo. Aquí su Flickr http://www.flickr.com/photos/bp018/