sábado, 12 de septiembre de 2009

Amarillo

-¡Quédate!- Le decía el de la gabardina roja, mientras éste bailaba en el fuego. –¡Quédate y bailamos todos!- Ella veía las hojas de otoño caer del árbol, sentía como le aplastaban mientras ella buscaba un respiro. Miró al de la gabardina a los ojos, directamente a los ojos, y le lanzó una de esas miradas que se clavan en la pared más profunda del alma. –Me olvidarás- le dijo. –Me olvidarás y yo jamás habré estado aquí. Me olvidarás porque tienes memoria de pájaro- El calor consumía los alrededores del árbol, la cosa es que nadie se había dado cuenta de que éste se estaba incendiando. Las hojitas, cada una de ellas, tenían chispas que se convertían en flama, que se convertían en llamas gigantes. -¡Bailemos todos!- le decía el de la gabardina roja mientras bailaba con una figura de fuego plácida y pequeña, ponzoñosa. Ella empezó a correr del fuego, pero sus faldas azules se quemaban, las ramas le roían las vestimentas. Alejada, por un segundo, miró hacia atrás, hacia la zarza amarillenta que consumía el árbol y lo llevaba a la tierra. –Adiós- dijo –Adiós a las armas, adiós a la tierra, adiós a los discípulos y adiós a los animales-. El horizonte se veía planísimo. El ardor de las múltiples quemadas eran rugires de sombra –Adiós al bonsái, adiós a los gatos, adiós gabardina, quédate con tu llama, que yo no soy más que cenizas-. Así fue como ella caminó hacia la tierra de ninguna parte, hacia ningún lado.


1 comentario:

Jose Jaime dijo...

Hola

¡vaya! carga de letras y sentimientos
tan bien expresados
y escritos

esto de perecer en lo que sea, una amistad, un amor, la vida, ..... esto es lo que ma dicho a mi el texto

un saludo