jueves, 10 de septiembre de 2009

Naranja (Antes de Negro)


     Ella dejó la máscara y la gabardina en el suelo por un rato. Caminó unos tres pasos, volteó, y se dio cuenta de que un conejo empezó a roer la gabardina, tragándosela vorazmente como si se tratase del banquete más suculento del planeta. Intentó espantar al conejo, pero éste ya se había comida la mitad de la pieza, así que ya no tenía uso.
Se fue hacia un sendero hecho de pasos ajenos. Sus pies se sentían pesados y atados a grilletes transparentes. Los grilletes se agrandaban con cada pisada y ella se volvía más pequeña. Sin darse cuenta, quedó al borde de un precipicio. El sol parecía una naranja gigante y, aún así, su piel estaba toda alerta y casi muerta. -Soy un pez- pensó ella, -soy un pescado. Más bien, un pescado en hielo-. El vacío que se veía debajo de la naranja cantaba canciones viejas de otro mundo que ya no existe y es ahora, sólo sonido de vacío. Dos pasos. Uno más. El grillete desapareció y ella sintió sus poros cerrarse por el viento que se siente desde los pies cuando se pisa nada.

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