Los ríos con sus bifurcaciones
regalan trozos de nube añeja
a los seres aéreos que ahorita,
sólo ahorita,
se encuentran entre otras plumas
en otros parajes que convierten en jungla
la vastedad negra y vacía de la noche
pintadita de luciérnagas blancas;
esperando,
sí,
ellas,
las incandescentes figuras,
pendiendo en un hilo de lana bermeja,
la llegada de un viento polvoriento
vestido con jirones telares carcomidos por los pájaros.
En ese momento,
la V de viejo tomará un barco a Ítaca,
pedirá prestada una delta,
y convergirá
en amores aéreos.
Hasta entonces, amor, hasta entonces,
entretendré mis dedos con agujas
tejiendo los luceros guindados.
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